ALMACHAR (Málaga) 27 de abril Conferencia de Paulino CUBERO e Isabel GUTIÉRREZ PASCUAL sobre EL CABRERO
…Antes de entrar en materia permitidme que os cuente, que os describa unas imágenes que hace unos días llamaron poderosamente mi atención. Pensaréis al escucharlo que no tienen mucha relación con el tema que nos ocupa, pero yo creo que si, os lo cuenta Isabel y que cada uno saque sus conclusiones.
La semana pasada estaba en casa y en un canal temático de televisión pusieron un documental. Era uno de ésos que nos cuentan lo mal que lo pasan los animales para sobrevivir en esta tierra, a la que entre todos hemos convertido en un inmenso coto de caza. Trataba en concreto, de las migraciones periódicas que el ñu realiza desde hace miles de años en las llanuras del Serengeti. Los habréis visto innumerables veces, grandes rebaños, multitudes de estómagos hambrientos transitan en un ciclo interminable en busca de alimentos. Como veis no hay mucha diferencia, ninguna diría yo, con el resto de animales que poblamos la tierra, incluyendo también a los seres humanos.Vamos todos de un lado a otro, de una tierra a otra tierra, porque para los hijos del hambre no hay lindes, no hay fronteras, vamos donde creemos que podemos sobrevivir, saciar nuestro hambre, asegurar un futuro mejor a quienes han de sucedernos, a nuestros hijos.De esto sabe mucho el pueblo andaluz y todos los don nadie que poblamos la tierra.
Pero volvamos al ñu, al inmenso rebaño, al que acosaban las fieras sin descanso en su largo camino a los nuevos pastos (los ñus son los grandes suministradores de carne, de proteínas, de toda África). Como siempre, el rebaño sustento de todo lo demás. Ellos saben desde hace miles de años que son una presa fácil para la fiera. Durante generaciones, así lo han creído, como si su destino estuviese escrito en sus genes. Somos el alimento fácil, la energía que mueve al resto de los seres vivos de la sabana. Saben también que la fiera aguarda pacientemente su llegada a los nuevos pastos, pero el hambre les acosa (como veis tampoco hay diferencia con el ser humano que busca en otras tierras su sustento). Ellos también saben los peligros que les aguardan, saben que hay fieras esperando, fieras de su misma especie, que les cobrarán un alto tributo para que ellos puedan saciar su hambre.
El rebaño seguía avanzando, acosado por las fieras hambrientas. Levantaba una inmensa polvareda en la tierra reseca de la sabana, polvo de sus muertos, de los huesos de sus muertos, de los miles de cadáveres que durante generaciones habían caído, presas de las fieras.
De pronto, y eso fue lo extraordinario del documental, lo que nos llamó la atención. Dos leonas ocultas en las altas hierbas lanzaron un feroz ataque sobre el rebaño. Al instante, la mayoría de sus miembros, despavoridos, emprendieron una veloz huída, presos del pánico a caer devorados por las fauces de las leonas. Y aquí viene lo grandioso, la imagen para la esperanza; uno de ellos, de los ñus, se volvió, le siguieron: dos, tres, quizá cuatro, alguno más se paró para mirar curioso y ser testigo de ese instante. El resto del rebaño huía temeroso del acontecimiento, del hecho insólito. El ñu agachó la cabeza, bajó sus astas, y con ímpetu fue directo hacia una de las leonas, alguno más le siguió. Las leonas, sorprendidas, pararon su ataque de forma inmediata. Dieron media vuelta y abandonaron la cacería.
Quizá, por primera vez en miles de años, en miles de generaciones, el ñu tomó conciencia de su fuerza, del poder de sus astas, del poder de sus pezuñas, de su número, de la fuerza que, oculta, se encuentra en el rebaño y harto de ser siempre la víctima, dio un mugido de rabia y decidió pasar al ataque y defenderse.
Y quién sabe, porque hay que ser utópicos para no caer en la desesperanza, el gesto de ese ñu sirva para cambiar la historia del rebaño. Tal vez, él haga de ese gesto aislado, puntual, su conducta habitual ante el peligro. Se defenderá, mostrará sus armas a la fiera y, a lo mejor, quizás dentro de muchos años, de generaciones, otros con el paso del tiempo adquieren también ese hábito, esa conducta, ese compromiso con el resto de su grupo y, en los próximos años, los documentales nos muestren a la fiera huyendo del rebaño, ocultándose a su paso, o tal vez se hayan vuelto herbívoras.
Soñemos, sigamos siendo utópicos y creamos que algún día ese mugido aislado, ese grito sean cinco, quinientos, quinientos mil, cinco millones de gritos. Cinco millones de gritos al unísono, al mismo tiempo harían temblar a todas las fieras.
Quizá sigáis pensando que esta historia no tiene que ver mucho con el tema que nos ocupa, y sin embargo, nosotros creemos que sí, el compromiso de uno sólo, puede cambiar la historia del rebaño.
Dice Isabel que el compromiso de uno sólo puede cambiar la historia del rebaño. ¿Pero qué es el compromiso? ¿Qué dice esta palabra? Cuando ya, la palabra, toda la palabra se ha convertido, la estamos convirtiendo en artilugio para el engaño, para la mentira. Compromiso es la palabra que habla con valentía de nuestras intenciones, de nuestras ideas, de nuestros objetivos, de nuestros deseos. Es la energía que nos da fuerza para intentar conseguir aquello en lo que creemos de acuerdo con nuestros valores y principios. El compromiso es la sustancia que nos da integridad como personas. Podríamos decir que “el ser humano es lo que dice su compromiso”.
Os preguntaréis, ¿qué tiene que ver el compromiso con el arte, con el cante flamenco? Muchos entendemos, José, entre ellos, algunos más, esperamos que cada vez más, que el artista, el arte, el cante flamenco en nuestro caso, ha de tener un compromiso social, una postura ética con su tiempo, con los valores de su tiempo. El artista ha de poner sus cualidades éticas y estéticas al servicio solidario de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Denunciar las injusticias, la miseria, el desamparo. ¿O acaso pensáis que cuando resuenan los gritos y los llantos de cinco millones de seres humanos, cuando mueren las esperanzas de miles de personas en las plazuelas, en las esquinas de los pueblos de esta tierra, de España, de todo el orbe, el artista ha de callar, ser indiferente, cantar tanguillos, cuando el aire está cencío de dolor y lágrimas, de desesperanza?
Algunos pensamos que no, que el arte, el cante no puede estar al servicio del mercado ni moverse bajo la tutela y orientación del poder político de turno. Si no que el artista, ha de concebir su obra como una herramienta con la que poder cambiar la situación de aquellos que sufren, de sensibilizarles, de mostrarles la verdad, de agitar sus conciencias. Y que en el caso del flamenco, es la base social de la que se nutre, el pueblo. El cante ha de adquirir un valor pedagógico. Ha de ir más allá de lo puramente estético y formal y difundir los valores de una cultura cívica, crítica, alejada de todo dogmatismo.
El flamenco, tal como yo lo entiendo, lleva en su interior, en su génesis, la semilla del inconformismo, de la rebeldía y a mi entender lo hace especialmente sensible a las situaciones sociales del pueblo en el que hunde sus raíces, del pueblo que le ha dado y da vida. No debemos olvidar nunca su procedencia.
El compromiso social y estético del artista únicamente se puede dar desde la libertad, desde la independencia creativa y de pensamiento, y no pasa necesariamente por la militancia política. Es más bien una decisión libre y personal y que, en el caso del flamenco, este compromiso ha de alzarse sobre los cimientos que hemos heredado. Tendrá que respetar las características tradicionales que le sustentan: sus formas expresivas, su variedad de palos, el espíritu de sus textos, adaptándolos a su tiempo, al sentir de su tiempo. A mi juicio, y desde la posición de un enamorado de este arte, de un aficionado que observa como, poco a poco, el flamenco languidece y se aleja de las bases sociales que tradicionalmente le han sustentado. El flamenco ha de iniciar un proceso evolutivo que le lleve a recuperar esta distancia, acercando sus contenidos a los de la sociedad de su tiempo. Ha de adquirir un compromiso ético, innovar para fortalecerse.
Hay un mundo nuevo, con ideas nuevas, heridas nuevas, nuevas angustias, nuevas alegrías, nuevas generaciones con un llanto nuevo que están esperando la palabra flamenca. De nosotros depende que florezca una nueva aurora de esperanza.
Muchos estaréis pensando: esa no es la función del flamenco, no es su tradición, el flamenco siempre ha sido una manifestación íntima de dolor, le ha cantado a la pena, a la angustia, a los dolores universales del ser humano. Nada tiene en sus orígenes con los temas sociales y su compromiso. Y tenéis razón… pero no toda la razón.
Aquellos seres humanos que alzaron por primera vez, su grito, su cante. Aquellos marginados sociales, analfabetos, aquellos seres sin fortuna arrastraban una cruz de siglos a sus espaldas. Tenían el miedo metido en los tuétanos, un miedo de generaciones. ¿Cómo alzar la voz para denunciar su situación social, sus penurias y calamidades, contra un poder, que sólo, por ser diferentes, les sometía a su antojo a todo tipo de castigo, a todo tipo de persecuciones y penalidades?
¿Alzar la voz?, si aún callando sólo por el color de su piel, por su lengua, por sus costumbres, podían dar con sus huesos en un penal inmundo, atados de por vida al remo de una galera o acabar sus días en lo más profundo de las minas de azogue, allá en mi tierra, en Almadén… No, no se podía alzar la voz, pagabas con tu vida.
Pero cuando se abrieron por primera vez en siglos, rendijas a la libertad, allí estuvieron las voces de algunos de aquellos hombres para cantarle.
Aquel día tan grande
que Riego murió.
Se le cayeron de ducas las alas
a mi corazón.
O esta otra:
¡Viva Prim y el gran Topete
y toítas las legiones!
¡Viva Emilio Castelar
que es contrario a los Borbones!
Y muchas más, porque siempre hubo voces que tomaron conciencia, que se alzaron. Por aquellas voces sabemos de sus miedos, de sus angustias, de sus condiciones sociales. Conocemos la peripecia vital de aquellas gentes.
Sabemos del sufrimiento, de la contestación social, de la rebeldía de los mineros de Levante, por sus coplas, por el testimonio de sus letras.
¡Ay, en las minas, qué barbaridad!
Se han levantao mare
por cuestiones de jornal.
Y la tropa está cargando
a bayoneta calá.
Más tarde, como quien dice anteayer, otros muchos, con la llegada de un nuevo rayo de esperanza que alumbró nuevos horizontes a los que siempre habían vivido en las umbrías; alzaron su voz de nuevo, sin temor; abrazaron la causa del pueblo y tomaron partido hasta verterse, hasta derramar su propia sangre. Con la derrota del sueño, muchos de ellos iniciaron el largo camino al exilio, a la cárcel, al olvido, denostados y condenados a una vida de miserias.
Algunos conoceréis los nombres de muchos de ellos:
Manuel Vallejo, Angelillo, Guerrita, Manolo Bulerías, Valderrama, Cepero, Miguel Borrull, El chato de las ventas (que murió de un infarto el día anterior del que iban a fusilarle, en la cárcel de Cáceres), Corruco de Algeciras (muerto en el campo de batalla), el malagueño inolvidable Miguel de Molina y tantos y tantos otros.
Pagaron un alto precio por su coherencia, por su compromiso. Algunos de los que he nombrado incluían en su repertorio, allá por los años 30, ese cante que tanto se le pide a José en sus actuaciones, los llamados fandangos republicanos.
Manuel Vallejo y otros más grabaron en la discográfica barcelonesa “La Voz de su Amo” varios discos con este título. Uno de esos fandangos decía así:
Este fandango que canto
quiero decir con pasión:
España republicana
y lo es de corazón.
¡Abajo la ley tirana!
Como veis no se mordían la lengua.
Ayer, hoy, porque aún resuenan sus gritos, su palabra, el grupo de La Puebla de Cazalla -yo le llamo las voces jornaleras-: Menese, Gerena, Diego Clavel; con los textos magistrales de Moreno Galván, recogieron el testigo, asumieron el compromiso con su gente, con su tiempo y aventaron su palabra para sembrar semillas de libertad y esperanza. No me olvido de Morente. Y como no, José, José Domínguez Muñoz, al que dentro de un ratito escucharemos, y al que, como él dice le sobran motivos para seguir protestando. Y otros que seguro me dejo en el olvido.
Nadie puede dudar, nadie, de estos nombres, de su amor y compromiso con su arte, porque alzaron su voz desde el respeto y el conocimiento profundo del cante. Compromiso si, pero antes:
Cimientos, jondos cimientos
y después labra tu cante
con los mimbres de tu tiempo.
Como todos sabéis, hay cantaores/as que trabajan con la estética del flamenco, con la forma, conocen la materia con la que se labra el cante, sus fundamentos y como pulcros artesanos repiten las formas conocidas, son los grandes mantenedores, el testimonio de lo heredado. Otros, como laboriosos albañiles levantan su cante cogiendo de aquí y de allá, son los abnegados jornaleros del cante y a los que el flamenco debe mucho, se ganan el pan con su lágrima, atizando los rescoldos, las cenizas, por los pueblos, de peña en peña, saltando lindes, andando caminos de un lado a otro todo el año.
Pero hay cantaores/as, y -esos son los imprescindibles- que como los artesanos conocen la sustancia, la materia con la que se labra el cante, sus formas, sus cimientos, son capaces de reproducir la pieza más perfecta, pero debido a su talento natural, a su aptitud y genialidad, a su disposición especialmente sensible hacia el mundo que les rodea, dan a su cante un sello personal que lo hace influir sobre la sociedad de su tiempo y trascender. Son la fuerza creadora del cante. Dice José:
El arte es como la planta
que por ver la luz del sol
hasta las piedras quebranta.
Hoy, esta noche, hemos venido a escuchar la palabra, el grito de un hombre, de un artista imprescindible, de uno de los nuestros, que como el ñu que antes os relataba Isabel, como el pastor de oficio que es, conoce al rebaño, sus miedos, su destino y se niega a seguirle en su camino hacia la nada, hacia el sacrificio inútil; pero que consciente de la fuerza de su grito, de su palabra, de sus excepcionales condiciones, adquiere con valentía el compromiso de ponerla al servicio de los que callan.
Todos los presentes conocéis su trayectoria. Cuarenta años desgranando su palabra, su cante y compromiso por los rincones de la tierra. Podríamos llenar el aire de esta sala de verbos, de adjetivos que definieran su cante, su personalidad. Porque pocos como él, se han volcado tan íntegra y apasionadamente en la defensa de los principios, de la verdad del cante.
Su cante tiene un hondo sentimiento social y lírico -como ahora veremos en sus letras- conecta con su tiempo y con el sentir de la gente, porque canta su dolor que también es el nuestro, sus angustias que también son las nuestras y hacemos nuestras también sus esperanzas, sus sueños y sus desvelos.
Dicen, los que saben, que José tiene duende ¿no será que lo que posee es verdad y cercanía? Mirad si es cercano que en sus letras se nos abre, se nos hace transparente, se desnuda para que sepamos como es el ser humano que lo habita.
No hace falta hacer una semblanza de José, basta escuchar lo que dice su cante, lo que dice su palabra, con ella nos explica quién es, de dónde viene y cuáles son sus sueños.
Y nos da una pincelada en Luz de Luna:
Como todo mortal, me pregunto quién soy.
Y a dar con la verdad no acierto.
Me aseguran que soy criatura de dios.
Más yo, como un retoño de la tierra me siento.
Como todo mortal.
En los pechos de los montes me amamanto.
En la cornisa de los riscos me sostengo.
Por eso, esta noche, les voy a decir de dónde vengo.
Vengo del ronco tambor de la luna,
en la memoria del puro animal.
Soy una astilla de tierra que vuelve
hacia su antigua raíz mineral.
Vengo de adentro del hombre dormido
bajo la tierra gredosa y carnal.
Rama de sangre, florezco en el vino
y el amor bárbaro del carnaval.
Una astilla de tierra que vuelve hacia su antigua raíz mineral. Sabe José lo que es, lo que somos y queremos ignorar, un puñaíto de tierra, que un día cobra vida y que otro cualquiera volverá a ser lo que siempre hemos sido: tierra, polvo… y olvido
Dice José con el desgarro de la seguiriya:
Allá en lo más hondo
busco la raíz
porque seguro, bien seguro estoy
que vengo de allí.
Por su palabra, por su cante sabemos de sus orígenes, de su infancia de intemperies y necesidades.
Y nos dice en:
Pastor de nubes
Nací una tarde de octubre
cuando pardean los cerros
y en el llano, los rastrojos
tapizan los barros negros.
Cuna de cabrero pobre,
pañales de trapos viejos,
de dolor fue el primer grito,
el segundo fue de miedo.
Si el dolor templó mi voz
como los buenos cencerros,
el miedo me hizo rebelde
en vez de hacerme borrego.
Atardeceres de frío,
amaneceres de acero,
mi infancia fue una ilusión,
si la tuve, no me acuerdo.
Por eso a veces me paro
a jugar con lo que encuentro:
a piola con el alma,
al esconder con el tiempo
y cuando el tiempo me gane
ya cansado y para viejo,
jugaré a pastor de nubes
y de zagal, pondré al viento.
Y continúa:
Como el viento de poniente
De niño no me gustaban:
los libros, ni las sotanas,
ni salir en procesión.
Era tan desobediente
como el viento de poniente
revoltoso y juguetón.
En vez de mirar al cielo
me puse a medir el suelo
que me tocaba de andar
y nunca seguí al rebaño,
porque ni el pastor ni el amo
eran gentes de fiar.
Empecé haciendo carrera
por atajos y vereas
muy estrechas para mí
y decían mis vecinos,
que llevaba mal camino
apartado del redil.
Siempre fui esa oveja negra
que supo esquivar las piedras
que le tiraban a dar
y entre más pasan los años,
más me aparto del rebaño
porque no sé a dónde va.
Como aquel que calla otorga
y aunque la ignorancia es sorda,
pude levantar la voz
más fuerte que los ladridos
de los perros consentidos
y que la voz del pastor.
El miedo le hizo rebelde en vez de hacerle borrego y hace una declaración de ello en sus letras, en su cante. La rebeldía la entiende como un acto de afirmación de su personalidad, la identifica con lo auténtico y lo afirma en sus principios, en sus ideales. El rebelde se desmarca de la masa, de ser masa, niega la realidad porque sueña una más justa y acepta las cargas que ha de soportar por mantener su conducta.
Por rebelarme me han dao
tantos palos como al mulo
que le repugna el arao.
A los árboles rebeldes,
se les vuelve en contra suya
hasta el agua de la fuente.
Rebelde como es el arte
me siento en mi caminar.
Hay cosas que yo no aguanto,
la injusticia es una más,
por eso me quejo tanto.
Yo no soy el animal
que se calla por un pienso.
Porque tengo en mis adentros
una disconformidad
que me sirve de alimento.
Nos habla de sus principios, de su universalidad: de su compromiso con la verdad.
Mi patria es la Libertad,
el Universo, mi dios.
mi bandera, la razón;
mi camino, la verdad;
así es como pienso yo.
Andalucía es mi mare
y como un hijo la quiero.
De corazón la venero,
pero yo soy como el aire,
mi patria es el mundo entero.
Me critican duramente
porque voy con la verdad.
Yo no engañaré a mi gente,
aunque tenga que luchar
en contra de la corriente.
Yo me he empeñao en decirle
al mundo lo que yo siento
y mientras más cosas digo,
más enemigos me encuentro.
Del compromiso de su cante:
Cuando hay algo que decir,
no se puede uno callar;
porque callar es morir.
Luchando voy por el mundo
contra el viento y la marea.
Son mis pasos tan seguros,
que voy haciendo verea
por el terreno más duro.
Dale al Cante libertad
y que el aire se la quite,
que no se la va a quitá.
No critiques a mi copla
y apréndela tú también,
que corra de boca en boca
y que el pueblo sepa bien:
quién le engaña y quién le explota.
Y nos habla del hombre, de su desconfianza hacia la condición humana, de la ausencia de valores éticos, de su falsedad, de su maldad.
Los borregos cuando pasan
dejan lana en los alambres
y los hombres, cuando cazan,
dejan huellas imborrables
en los de su misma raza.
Al lobo cuando está herío
sus hermanos le devoran.
Y al hombre que está caído
sus amigos le abandonan.
¡Vaya mundo en que nacío!
Le he cantao a casi tó
lo que me ha dao que pensar;
y ahora le voy a cantar
a la que nunca existió:
La Paloma de la Paz.
El mar presume de hondura
y el tiempo de su saber
el viento, de su poder
la tierra de su estatura
y el hombre, no sé de qué.
Aparece el pastor, el alma lírica de José y se endulza su voz para cantarle a lo que más ama: a la tierra, a la sierra, al paisaje, al lugar donde el hombre encuentra lo hermoso de la vida; lo auténtico, como los principios que lo afirman.
Porque es mi profesión,
a mí me llaman cabrero.
Cuido el ganao con amor
y el pan que llevo a mi boca
lo gano con mi sudor.
Me gusta ver el «ganao»
cuando va de «recogía»
primero van las «parías»
porque en el corral han dejado
por la mañana a su cría.
Mansa es la campiña
Mansa es la campiña, brava la sierra
y así soy yo, lo mismo que el paisaje,
dócil y moldeable cual la arcilla;
pero también indómito y salvaje,
como el cardo que crece en la colina.
Como el solano doblega los trigos,
la razón me doblega,
ante la fuerza me rebelo,
me rebelo y resisto,
como resiste mi pueblo.
Éstas son algunas hebras con las que José teje su cante, un cante que nace libre en las simas del corazón y que con su voz recia y temperamental, unas veces nos golpea, otras nos abraza, nos acaricia o mece con ternura, con la ternura de la que sólo es capaz dar el soñador, el que sueña un mundo más justo.
Hablaba al principio de compromiso, pero el compromiso no es nada si no hay coherencia, si no se vive como se piensa, si no se dice como se siente. Por decir lo que siente, por cantar lo que piensa, por su coherencia, a José se le ha señalado como hereje del flamenco por los pontífices, se le ha negado el pan y la sal de los pesebres oficiales.
Ya no recuerda cuando fue la última vez que acudió a la bienal de Sevilla, a la semana flamenca de Madrid o a cualquiera de los festivales nacionales e internacionales que se organizan con el dinero de nuestros impuestos. Incluso su nombre está excluido de la guía oficial de flamenco de la Junta. Pero nunca, nunca podrán borrarle del corazón de las gentes flamencas.
Cuando nada nos ata al pesebre, decimos las verdades, ensanchamos los pulmones para gritar lo que sentimos.
Para ir acabando leeremos unos versos que hemos escrito y que pretenden resumir lo dicho hasta ahora y el significado que para éstos dos enamorados del flamenco que les hablan, tiene el cante y la personalidad de José.
El poema está dedicado a él y se llama: “La paloma libertaria”.
La paloma libertaria
“Desde que la voz se hizo
palabra, queja, cantar
siempre hubo sobre la tierra
quien quiso hacerla callar”.
Palabra que se hace grito
en las voces despojadas,
desde el germen de la vida
a la eternidad callada.
Desde que la voz se hizo
grito para la batalla,
siempre hubo voces que alzaron
la suya, por los que callan.
Por los que callan su grito,
por los que en silencio sangran,
por esas voces desnudas
alza José, su palabra.
Palabra que brota libre
en los barrancos del alma
y se hace cante en el pecho
y verdad, en su garganta.
Palabra, verdad, cantar
palabra desnuda y clara
mimbres con los que ha labrado,
José, sus más fieras armas.
En su cante se abrazaron:
viento, fuego, sol y agua,
con la sustancia del grito,
de la sangre y de la lágrima.
Materias con que se forja
en la fragua de la entraña,
el cantar de los desnudos,
del campesino y del paria.
Tuyo y nuestro es el cantar,
canta José, grita y canta;
que el cante de los flamencos
no sabe de voces mansas.
Resuenen altas las cuerdas
del metal de tu garganta,
que sólo el cante nos queda
a los hijos de la nada.
Y si ladran los mastines
de las voces engoladas,
más fuerte sea tu grito
y más clara, tu palabra.
Y cuando quede tu voz,
por el tiempo derrotada,
para ti tendrá un “jechío”
cada pecho de tu raza.
Cada aguja de la sierra,
cada sombría hondonada,
cada mata de romero
y cada flor de la jara.
Y vivirás para siempre
allí donde reina el águila
y alza su vuelo a la luz,
¡la paloma libertaria!.
Silencio, guardad silencio…
Silencio, guardad silencio,
gentes flamencas de Almáchar;
ni un aliento, ni un suspiro,
ni un requiebro, ni una palma.
Silencio, guardad silencio.
Quede muda la palabra,
que sólo se oiga el latido
del corazón en su caja.
Silencio, guardad silencio.
Abrid las puertas del alma,
la voz clara del flamenco
viene a sembrar esperanza.
Silencio, guardad silencio,
gentes flamencas de Almáchar.
Y cuando rompa la luz,
iluminando la sala,
sean vuestras manos palomas
y truenos sean vuestras palmas.
José Domínguez Muñoz
canta esta noche en Almáchar.